Durante estos veinticinco días y medio que llevo encerrada en casa he descubierto que una de las cosas que más me reconforta es ver fotografías.

No importa si las tenemos físicas o si las vemos en redes sociales, lo importante es que de una forma o de otra, las necesitamos porque nos conectan a las personas que nos acompañan en la vida.

He visto cómo la gente supera situaciones difíciles y avanza gracias a la fotografía, a las imágenes. ¿Sabéis por qué? Es simple:

La fotografía es un arte. Igual que cuando observamos un cuadro o escuchamos una canción, las fotos también transmiten emociones. Para cada persona, para cada espectador es distinto. No hace falta que la imagen sea técnicamente correcta, sólo es necesario que despierte una chispa en aquellos que la observan.

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Pues esa chispa es la que busco en las imágenes, sobretodo estos días confinada en casa.

Una chispa en los ojos de alguien a quien queremos, que nos diga que está esperando a abrazarnos cuando todo esto pase. Una chispa de emoción que grite las ganas que tiene de enseñarnos todo lo que ha hecho estos días que no nos hemos visto. Una chispa que nos recuerde que tenemos que ser fuerte y resistir, en cualquier tropiezo que se nos presente, porque la vida sigue, y nosotros también.